¿cómo entenderse siendo diferentes?.
Por Josep Marc Laporta.
Vivir para vivir.
Las relaciones humanas son
complejas, especialmente cuando los interlocutores son diferentes, cada
uno de su propio padre y madre, de su realidad social y cultural, y de
su forma de pensar y sentir. Somos diferentes y, a pesar de ello, nos
debemos entender.
Reiteradamente hemos sostenido un adagio popular que afirma:
‘Hablando se entiende la gente’. Nada más lejos de la realidad, porque
sólo por hablar no significa que nos entendamos. Más bien, muchas veces,
hablar o conversar distancia mucho más a las personas, porque no hay
suficientes elementos de unión y empatía como para entablar una
conversación en paz y productiva.
Entenderse es más que hablar.
Es conversar con el deseo de entenderse, de saber del otro, de
conocer su punto de vista, de participar de sus ideas, de incorporarlas a
las nuestras, de sentir sus motivaciones, de calzar sus zapatos, de
dejar que fluyan las palabras y las miradas, de relacionarse con
entendimiento y, cómo no, de que todo ello sea recíproco.
Somos diferentes, pero no incompatibles.
Para muchas personas, entenderse es prácticamente imposible porque
creen que lo que les distancia es tan supremamente abismal, que
resultaría imposible empezar a hablar. Pero para sorpresa de ellos,
después de encontrar el momento adecuado, empiezan a hablar y a
acercarse con las palabras, empiezan a ver que todo lo que les separaba
eran suposiciones o ideas preconcebidas.
Es posible entenderse a pesar de ser diferentes, tan solo se necesita
algo más que palabras: dos intenciones y un solo corazón en una única
dirección.
Dicen que cuando una pareja se grita es porque sus corazones están
muy lejos entre sí. Y cuanto más gritan más se alejan los corazones, por
eso gritan. En cierta manera, al relacionarnos optamos por dos
actitudes: hablar fuerte para escucharnos nosotros y no oír a la persona
con la cual conversamos, o bajar la voz y acercar los corazones para
oírnos mutuamente. Evidentemente nos podemos entender siendo diferentes,
cuando bajamos la voz y acercamos los corazones.
Ideas para el entendimiento
1. Ponerse en el lugar del otro.
No siempre es fácil, pero hacer el ejercicio mental y también físico
de situarse en el lugar de la otra persona nos permitirá tener una
capacidad más para entenderla y entendernos. Habitualmente no nacemos
con la habilidad de ponernos en el lugar del otro. Pero para ello
podemos tomar actitudes que nos hagan menos egoístas y más comprensibles
con otras opciones. A veces se pueden hacer ejercicios que ayuden a
este fin.
Por ejemplo, taparnos los ojos con una venda durante una hora para
entender las dificultades de un invidente. También podemos invitar a un
mendigo a tomar algún refresco en un bar, y así por medio de una
conversación entender otra realidad y el por qué ha llegado a esta
situación.
Es difícil aprender a ponernos en el lugar del otro solamente con
mirar la realidad desde la barrera; es necesario saltarla y sobrellevar
un poco su realidad. Ejercitarnos en una actitud prácticamente
comprensiva nos permitirá a no ser prepotentes y a ser capaces de ver el
mundo con otros ojos: a entendernos un poco más.
2. Ser verídicos.
No es fácil entenderse si dos personas se mienten o muestran
actitudes de encubrimiento y falsedad. El camino más corto para
entenderse es hablar desde la verdad, pero con tacto y delicadeza.
Cuando dos personas hablan desde la veracidad de lo que son y expresan,
la comprensión y complicidad es mucho más alta y efectiva.
3. Ser más empáticos que simpáticos.
La simpatía acerca a las personas por el buen humor, la buena
predisposición, la buena actitud inicial o una forma de caer bien; pero
la empatía nos permite ir más allá: acercarnos a la persona en su
globalidad, no circunstancialmente o puntualmente. La empatía no sólo
sonríe con la otra persona, sino que también llora si la situación se
presenta.
Acostumbramos a estar más dispuestos a reír que a llorar, pero
empatizar incluye saber estar al lado de la otra persona sea cual sea la
circunstancia.
4. Mirarse a la cara en posición frontal, no lateralmente.
Para una conversación provechosa es conveniente mirarse cara a cara
frecuentemente (no exageradamente); ello permite una mirada a los ojos y
eludir otras distracciones. Sí que también se puede conversar
provechosamente de lado, no obstante las posibilidades de pérdida de
atención son mayores y la capacidad de vinculación disminuye
notablemente al perder los puntos de unión visuales.
5. Incorporar gestos visuales y verbales de aprobación en la conversación.
Hay gestos y actitudes que ayudan a un buen entendimiento, a pesar de
ser diferentes. A veces pueden ser movimientos de aprobación con las
manos o el rostro, otras veces puede ser la repetición, refuerzo o la
reafirmación de lo dicho por la otra persona con nuestras palabras, o
incluso el incorporar conceptos ajenos en el transcurso de la
conversación.
Normalmente, la comunicación es más efectiva cuando ambas personas
aprueban parte de lo que dice la otra y lo incorporan a su pensamiento.
Son gestos y actitudes de aprobación que facilitarán un entendimiento
fluido y eficaz.
6. Discutir los temas uno a uno y ser específicos.
A veces no nos entendemos porque hablamos sobre mil cosas al mismo
tiempo. Entenderse implica hablar tema por tema o, en su caso, por
grupos de temas afines, porque en su defecto la conversación se
convierte en una mezcolanza que perturba la buena comunicación, dejando
conceptos a medias y sin resolver adecuadamente.
7. Evitar generalizaciones.
Los términos ‘’siempre’ o ‘nunca’ raramente son ciertos y tienden a
formar etiquetas. Es diferente decir: ‘últimamente te veo algo ausente’
que ‘estás siempre en las nubes’. Es más justo y honesto para llegar a
acuerdos decir: ‘la mayoría de las veces’, ‘en ocasiones’, ‘algunas
veces’ o ‘frecuentemente’. Éstas son expresiones que permiten al otro
sentirse menos acorralado y más valorado.
8. Elegir el lugar y momento adecuados.
En ocasiones, una buena conversación y un buen entendimiento
dependerá del lugar y momento que elijamos. No siempre nos podremos
entender en el momento que nos parezca a nosotros más idóneo. También
hay que contar con la otra persona, su comodidad y bienestar para la
conversación. Dos personas se pueden entender si saben encontrar su
momento, el de los dos, no de uno solo.
9. Saber escuchar para saber hablar.
Acostumbramos a escuchar mientras organizamos nuestra alocución.
Muchas personas, incluso no escuchan sino que oyen de qué va lo que la
otra persona dice y, mientras tanto se expresa, va eligiendo todo lo que
quiere decir para cuando la otra acabe. En realidad son dos
soliloquios.
Para entenderse es necesario escuchar y seguidamente responder o
continuar aportando sobre lo oído. Dos personas nunca se entenderán si
una de ellas está empeñada en expresarse de manera individualista sin
atender a lo que la otra persona dice. Será una conversación de sordos
que no llegará a ninguna parte.
10. No hablar del pasado.
Rememorar antiguas ventajas, o sacar a relucir los “trapos sucios”
del pasado, no sólo no aporta nada provechoso, sino que despierta malos
sentimientos. El pasado sólo debe sacarse a colación constructivamente,
para utilizarlo de modelo cuando ha sido bueno e intentamos volver a
poner en marcha conductas positivas quizá algo olvidadas. Pero es
evidente que el pasado no puede cambiarse; por tanto hay que dirigir las
energías al presente y al futuro.
11. Parafrasear.
Es decir, verificar o decir con las propias palabras lo que parece
que el emisor acaba de decir. Es importante en el proceso de escucha ya
que ayuda a comprender lo que el otro está diciendo y permite verificar
si realmente se está entendiendo y no malinterpretando lo que se dice.
Un ejemplo de parafrasear: ‘entonces, según observo, lo que pasaba era
que... ¿quieres decir que te sentiste...?
12. Evitar el ‘síndrome del experto’.
O sea, tener respuestas al problema o situación de la otra persona,
antes incluso de que haya contado el final. Es preferible dejar que
alguien se exprese completamente para poder responder convenientemente.
13. No contraargumentar.
Es decir, si la otra persona dice ‘me siento mal’, no responder ‘ y
yo también’. Contraargumentar es cortar cualquier comunicación por medio
del desprecio verbal.
14. No interrumpir al que habla.
Interrumpir es poco elegante a no ser que la exposición sea
excesivamente larga y hable con interminables circunloquios. Es
preferible dejar hablar y si hay que cortar, apuntar a que ya ha
explicado varias veces lo que quería decir y que le toca acabar.
15. No rechazar lo que el otro está sintiendo.
A veces, cuando alguien está expresando sentimientos dolorosos, para
ayudarle, acostumbramos a decirle: ‘no te preocupes, eso no es nada’. Y
seguidamente le damos una serie de razones de por qué no se ha de
preocupar, cuando lo mejor es entender sus sufrimientos y su situación
para aportar una luz de salida y de ánimo.
16. Ser breve.
Repetir varias veces lo mismo con distintas palabras, o alargar
excesivamente el planteamiento, no es agradable para quién escucha.
Produce la sensación de ser tratado como alguien de pocas luces o como
un niño. En todo caso, corre el peligro de que le rehúyan por pesado
cuando empiece a hablar.
Hay que recordar que: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.
Transcripción resumida de la exposición de Josep Marc Laporta
—psicólogo social y coach— en el magazine matinal radiofónico de Radio
Arena, emitido semanalmente durante los últimos cuatro años. Consultas y
conferencias: jmlfcoach@hotmail.com
©2010 Josep Marc Laporta
(sin fecha)
Josep Marc Laporta:
Nacido en Barcelona (1959), Josep Marc Laporta es musicólogo,
sociólogo, psicólogo y experto en mediación de conflictos en diferentes
ámbitos de la consultoría social. Actualmente es conferenciante, asesor
de UNICEF para África y consultor sobre temas de cooperación
internacional y relaciones sociales, además de otras facetas,como
escritor, compositor y pianista de música clásica y contemporánea.
Licencia:
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 UK: England & Wales (CC BY-NC-ND 2.0 UK)
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